Música contra el sistema usando las armas del sistema

El 24 de Noviembre de 2014 salió a la venta en formato digital La Estanquera de Saigón, del grupo valenciano Los Chikos del Maíz. Un disco que, a pesar de las críticas múltiples por salir por un sello discográfico mayoritario, no ha perdido el contenido proletario y revolucionario característico del grupo. Las instrumentales, a cargo de Cookin Soul, Bocah, Yoew y Richie La Nuit són sujetas a cualquier interpretación, pues sobre gustos no hay nada escrito.

Resulta sorprendente, pero, las críticas arrojadas en masa por parte de muchos en los que tildan al grupo de vendidos, de renunciar a sus principios y venderse a la gran industria musical de éste país (y del mundo entero en general). Puesto que cada uno tiene su propio criterio para emitir los juicios que considere pertinente, no se puede, en ningún caso, olvidar ciertos hechos muy presentes en estos días:

Vivimos inmersos en un sistema capitalista, cuyas redes son mas extensas de lo que nos llegamos a imaginar. El problema de dicho sistema recae en su capacidad para privar el desarrollo de ningún otro en su interior. Así pues, cómo muchos se habrán dado cuenta, resulta imposible aislarse al completo de su influencia. A no ser que se intente sobrevivir en base a la producción propia, para lo que se requiere una inversión total de tiempo, lo que privaría a cualquier artista de desarrollar su arte.

La canción protesta en si misma no tiene por qué estar reñida con el sistema de producción musical establecida. Si recordamos al grupo histórico “Els 16 Jutges”, grupo de artistas antifranquistas de los años 60 y 70 en Cataluña, se puede ver como ellos también editaron varios vinilos valiéndose de las armas que poseían. Obviamente, la represión que sufrieron fue terrible, censurados y perseguidos por el régimen. El hecho de estar dentro del sistema no implica un apoyo de este, ni tan siquiera significa su consentimiento.

Cada artista, sea revolucionario o no, necesita de recursos para poder desarrollar su obra. Desgraciadamente, por mucho que nos empeñen en hacerlo creer, la repercusión mediática que provocan trabajos de alta calidad (no solo a nivel de contenido, si no a nivel de edición y masterización) no puede alcanzarse con un salario mínimo sí, además, se quiere subsistir. Hay muchos técnicos implicados que tienen que contar con una retribución de cualquier tipo por su trabajo, regla elemental de cualquier sistema económico (si, incluido en uno comunista).

Para terminar, el hecho de que el propio grupo no cuelgue sus trabajos en internet (fruto, por otro lado, de la extrema globalización del sistema capitalista) no impide, en mi opinión, que nadie no pueda disfrutarlos. Es más, el día de 24 de noviembre ya había al menos 10 páginas web con el CD completo listo para descargar. Cierto es que el hecho de colgarlo es entendido como una aproximación del artista al observador de su arte, pero, en esencia, lo que se busca con este tipo de actos no es más que publicidad. No confundamos el pretender llenar salas con regalar el trabajo de varios meses (y, en algunos caso, años).

El mensaje, el compromiso social, el llamamiento a la confrontación de las ideas establecidas en pro de una revolución siguen intactos en cada una de las letras. Sigue escuchándose en cada una de las rimas los gritos de los maltratados por el sistema, aquellos que no pueden hablar porqué no tienen medios para hacerlo por ellos mismos. O que hasta ahora no podían. El Rap, en su orígen, era pura canción protesta sobre ritmos pegadizos. Cambio con la ilusión del estado del bienestar, y ahora que esta ha sido rota, vuelven a hervir la rabia y la lucha en cada punto y coma. Eso es el Rap, y si no es así, LCDM arderán en el infierno con Hendrix y Frank Sinatra.

Texto por: Pau Illa Soler