Sva - Requiescat in pace

Recuerdo la entereza de Zarza frente al cáncer,
Con una sonrisa por delante.
Recuerdo a esa novia en el hospital,
Sin dormir, sin poder descansar,
Hasta que el cuerpo aguante.
Pero el cuerpo no aguantó,
La enfermedad se lo llevó por delante.
Empezaron a subir la dosis de tranquilizantes.
Ahora solo queda el recuerdo...
Lo antes cercano ahora es tan distante,
Que lo mismo parece distinto.
La realidad es cuestión de contrastes.
Me imagino que sigues viviendo en kely,
O que estarás por el parque.
Veo tu contacto en mi agenda
Y sigo pensando en llamarte.
Las redes notifican tu cumpleaños,
No se enteraron del desastre.
La gente sigue comentando:
“Carlos, un buen día para recordarte”
He perdido familiares,
Tronco, se me ha puerto un padre…
Al igual que se fue Diego…
Y mi abuela aquella tarde.
Abuela… me enteré al día siguiente…
Estaba de viaje, no pudieron llamarme.
No había vuelos así de repente,
Te fuiste y no pude enterrarte…
Abuela… me enteré al día siguiente…
Joder, no pudieron llamarme.
Te fuiste y no pude enterrarte…




Mi abuela despertó el veintidós de Septiembre de dos mil dieciséis, como cualquier otra mañana. Pero, a diferencia de cualquier otro día de sus últimos diez años, decidió ponerse sus mejores galas: los zapatos de vestir, la chaqueta de los domingos, la falda de las bodas de los nietos…

Bien vestida y arreglada, llegó al salón con ayuda de su andador y se sentó en su silla (que nosotros llamábamos trono, porque allí es donde se sienta la reina). Con la paz y tranquilidad de afrontar un día cualquiera, encendió la televisión en uno u otro canal y, mientras esta sonaba de fondo, se dispuso a atender a sus visitas diarias, como de costumbre. Mi abuela estaba esperando a la muerte, y era consciente de ello.

Esta llegó a las cinco de la tarde; sin prisa pero sin retraso. Mi abuela se fue quedando dormida poco a poco. Sin nervios, sin dolor, sin llanto. Murió a la luz del día, en su casa, como siempre había querido.