En el año 2025, en una Venezuela que parecía derretirse bajo el sol inclemente y la sombra pesada de mafias industriales, apareció Erangel, un tipo flaco, de mirada astuta y sonrisa torcida, con un plan tan loco como brillante: traficar luz solar y alimentos vegetarianos. Sí, leíste bien, luz solar embotellada y verduras que no fueran de la fábrica de la mafia.
El plan de Erangel: La luz que no se puede encerrar
Erangel sabía que la luz no era mercancía, pero en este país donde todo se vende y se compra, decidió convertirla en oro líquido. Inventó un dispositivo rudimentario, casi mágico, que capturaba la energía solar y la almacenaba en unos frascos especiales. Estos frascos, vendidos en el mercado negro, eran la esperanza para quienes vivían a oscuras por los cortes eléctricos interminables.
Pero no se quedó ahí. Aprovechando la moda vegana que llegaba con cuentagotas, Erangel empezó a cultivar alimentos vegetarianos en terrenos baldíos, con técnicas ancestrales y un toque de ciencia improvisada. Sus productos eran frescos, sabrosos y, sobre todo, libres de la corrupción que impregnaba la industria alimentaria.
Drama y comedia en la jungla urbana
La mafia industrial, dueña de los monopolios eléctricos y alimenticios, no tardó en notar la amenaza. Mandaron sicarios disfrazados de inspectores, periodistas comprados y hasta influencers vendidos para desacreditar a Erangel. Pero él, con su jerga callejera y su ingenio de barrio, les respondía con chistes, memes y verdades punzantes.
“¡No me jodan, que yo vendo luz pa’ que no te quedes en tinieblas, no pa’ que te ciegues!” decía Erangel en sus discursos improvisados. Su humor era un escudo y una lanza contra la corrupción.
El héroe inesperado
Erangel no solo traficaba luz y verduras; traficaba esperanza. En un país donde la realidad parecía un absurdo sin sentido, él logró darle un toque sublime a lo repulsivo, mostrando que incluso en la miseria y la injusticia, la creatividad y la resistencia pueden florecer.
Con el tiempo, su fama creció y la gente empezó a verlo como un héroe popular, un Robin Hood moderno que robaba el monopolio de la oscuridad y el hambre para devolverle a la gente lo más básico: la luz y la comida digna.
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#7 el 19/06/2025 a las 22:54:
En el año 2025, en una Venezuela que parecía derretirse bajo el sol inclemente y la sombra pesada de mafias industriales, apareció Erangel, un tipo flaco, de mirada astuta y sonrisa torcida, con un plan tan loco como brillante: traficar luz solar y alimentos vegetarianos. Sí, leíste bien, luz solar embotellada y verduras que no fueran de la fábrica de la mafia.
El plan de Erangel: La luz que no se puede encerrar
Erangel sabía que la luz no era mercancía, pero en este país donde todo se vende y se compra, decidió convertirla en oro líquido. Inventó un dispositivo rudimentario, casi mágico, que capturaba la energía solar y la almacenaba en unos frascos especiales. Estos frascos, vendidos en el mercado negro, eran la esperanza para quienes vivían a oscuras por los cortes eléctricos interminables.
Pero no se quedó ahí. Aprovechando la moda vegana que llegaba con cuentagotas, Erangel empezó a cultivar alimentos vegetarianos en terrenos baldíos, con técnicas ancestrales y un toque de ciencia improvisada. Sus productos eran frescos, sabrosos y, sobre todo, libres de la corrupción que impregnaba la industria alimentaria.
Drama y comedia en la jungla urbana
La mafia industrial, dueña de los monopolios eléctricos y alimenticios, no tardó en notar la amenaza. Mandaron sicarios disfrazados de inspectores, periodistas comprados y hasta influencers vendidos para desacreditar a Erangel. Pero él, con su jerga callejera y su ingenio de barrio, les respondía con chistes, memes y verdades punzantes.
“¡No me jodan, que yo vendo luz pa’ que no te quedes en tinieblas, no pa’ que te ciegues!” decía Erangel en sus discursos improvisados. Su humor era un escudo y una lanza contra la corrupción.
El héroe inesperado
Erangel no solo traficaba luz y verduras; traficaba esperanza. En un país donde la realidad parecía un absurdo sin sentido, él logró darle un toque sublime a lo repulsivo, mostrando que incluso en la miseria y la injusticia, la creatividad y la resistencia pueden florecer.
Con el tiempo, su fama creció y la gente empezó a verlo como un héroe popular, un Robin Hood moderno que robaba el monopolio de la oscuridad y el hambre para devolverle a la gente lo más básico: la luz y la comida digna.